Jorge G. Alvear Macías
Parece que el debate sobre la reelección indefinida terminará en el seno de AP, no en la Asamblea. Se obviaría el referéndum y no se conocerá la decisión auténtica del pueblo, sea ratificando o levantando la prohibición de reelegirse al presidente en funciones.
Con argumentos flojos y de poca imaginación se pretende darle el valor de un referéndum, al debate limitado, circunscrito al movimiento oficial, sobre una enmienda que no constituye un asunto menor. No se busca mejorar el entendimiento o aplicación de la Constitución; se trata de eliminarle un elemento esencial de la democracia: la alternancia del poder, que en consulta popular fue aprobada por más del 81% de ecuatorianos, y que solo puede ser reconsiderada con igual mecanismo de legitimidad.
La Constitución es un contrato entre todos los ecuatorianos, que nos obliga a cumplirla de buena fe, sin usar artilugios o “vivezas” para evadirla. Fuimos conscientes al debatirla y sabemos lo que aprobamos. Hay constancia en las actas del regocijo de los asambleístas de AP en Montecristi, cuando introdujeron la prohibición –para siempre– de la reelección por más de una vez..., como doña Betty Tola.
Ahora se sostiene, según ciertos dichos de los asambleístas Hernández, Alvarado, Pabón, Buendía y Aguinaga, que la alternancia la define el pueblo en las urnas, lo que justificaría que la Asamblea modifique la Constitución sin referéndum. Pero olvidan que la Asamblea si bien puede enmendar la Constitución, no tiene facultades para modificar sus preceptos básicos, como la no reelección por más de una vez. Algo que, de concretarse, torcería grotescamente la voluntad popular expresada en el 2008.
La esencia de la Carta Política es intocable. No proceden reformas que desconozcan los principios estructurantes o elementos definitorios de ella. Una segunda reelección viola principios como la separación de poderes, la igualdad, la alternancia democrática y el sistema de pesos y contrapesos establecido por la Constitución. Dijo la Corte Constitucional colombiana, ante la pretensión de reelección del expresidente Uribe.
La enmienda constitucional atropellaría principios jurídicos constitucionales, éticos y democráticos. La ciudadanía no participaría directamente en el proceso, cuando lo jurídico, sensato y decente imponen consultarla en algo tan esencial.
Estimo que eliminar la alternabilidad del poder equivale a negar la igualdad entre hombre y mujer. Si el presidente se reeligiera por segunda vez (tercera en la práctica) negaría el derecho a las mujeres de su movimiento a encabezar el Poder Ejecutivo. Por ejemplo, a las “diosas del Olimpo”, para no sugerir ninguna. Concentraría más el poder e impediría a una nueva generación acceder a la Presidencia. Además, defender la necesidad de la reelección del presidente, en pro de la perdurabilidad del proyecto político, carece de sustento constitucional. La Constitución es plural, no excluye a los demás proyectos ideológicos.
Siendo intocable la Constitución en lo esencial, aplicar el procedimiento de enmienda constitucional para reelegir al presidente, supondría una gruesa infracción. ¿Se busca repetir los vicios de la partidocracia y sus resortes: la componenda, el cinismo, el desprecio a la honestidad, el discurso que ofende hasta la inteligencia menos ilustrada, destruyendo la esperanza y la confianza en la política?
Sin elecciones libres y sin fraude, sin tribunal electoral fiable y sin posibilidad clara de alternabilidad, no hay democracia. No nos extraviemos.
*Publicado originalmente en el Diario El Universo, el día viernes 30 de mayo del 2014.
ENLACE CORTO http://tinyurl.com/q3gvnfx
Parece que el debate sobre la reelección indefinida terminará en el seno de AP, no en la Asamblea. Se obviaría el referéndum y no se conocerá la decisión auténtica del pueblo, sea ratificando o levantando la prohibición de reelegirse al presidente en funciones.
Con argumentos flojos y de poca imaginación se pretende darle el valor de un referéndum, al debate limitado, circunscrito al movimiento oficial, sobre una enmienda que no constituye un asunto menor. No se busca mejorar el entendimiento o aplicación de la Constitución; se trata de eliminarle un elemento esencial de la democracia: la alternancia del poder, que en consulta popular fue aprobada por más del 81% de ecuatorianos, y que solo puede ser reconsiderada con igual mecanismo de legitimidad.
La Constitución es un contrato entre todos los ecuatorianos, que nos obliga a cumplirla de buena fe, sin usar artilugios o “vivezas” para evadirla. Fuimos conscientes al debatirla y sabemos lo que aprobamos. Hay constancia en las actas del regocijo de los asambleístas de AP en Montecristi, cuando introdujeron la prohibición –para siempre– de la reelección por más de una vez..., como doña Betty Tola.
Ahora se sostiene, según ciertos dichos de los asambleístas Hernández, Alvarado, Pabón, Buendía y Aguinaga, que la alternancia la define el pueblo en las urnas, lo que justificaría que la Asamblea modifique la Constitución sin referéndum. Pero olvidan que la Asamblea si bien puede enmendar la Constitución, no tiene facultades para modificar sus preceptos básicos, como la no reelección por más de una vez. Algo que, de concretarse, torcería grotescamente la voluntad popular expresada en el 2008.
La esencia de la Carta Política es intocable. No proceden reformas que desconozcan los principios estructurantes o elementos definitorios de ella. Una segunda reelección viola principios como la separación de poderes, la igualdad, la alternancia democrática y el sistema de pesos y contrapesos establecido por la Constitución. Dijo la Corte Constitucional colombiana, ante la pretensión de reelección del expresidente Uribe.
La enmienda constitucional atropellaría principios jurídicos constitucionales, éticos y democráticos. La ciudadanía no participaría directamente en el proceso, cuando lo jurídico, sensato y decente imponen consultarla en algo tan esencial.
Estimo que eliminar la alternabilidad del poder equivale a negar la igualdad entre hombre y mujer. Si el presidente se reeligiera por segunda vez (tercera en la práctica) negaría el derecho a las mujeres de su movimiento a encabezar el Poder Ejecutivo. Por ejemplo, a las “diosas del Olimpo”, para no sugerir ninguna. Concentraría más el poder e impediría a una nueva generación acceder a la Presidencia. Además, defender la necesidad de la reelección del presidente, en pro de la perdurabilidad del proyecto político, carece de sustento constitucional. La Constitución es plural, no excluye a los demás proyectos ideológicos.
Siendo intocable la Constitución en lo esencial, aplicar el procedimiento de enmienda constitucional para reelegir al presidente, supondría una gruesa infracción. ¿Se busca repetir los vicios de la partidocracia y sus resortes: la componenda, el cinismo, el desprecio a la honestidad, el discurso que ofende hasta la inteligencia menos ilustrada, destruyendo la esperanza y la confianza en la política?
Sin elecciones libres y sin fraude, sin tribunal electoral fiable y sin posibilidad clara de alternabilidad, no hay democracia. No nos extraviemos.
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