viernes, 17 de abril de 2020

Pagamos o rogamos…

Jorge G. Alvear Macías
Reza el refrán: El que debe, paga o ruega. El Gobierno actual y el que le antecedió asumieron grandes deudas y no se aseguraron de las posibilidades de pago, ni en condiciones de normalidad ni en el escenario de la imprevisión. En este último caso, no se ahorró para enfrentar ese avatar, algo exigido en la concepción de una mínima administración racional. Así, cuando los conductores del Estado no saben expresar firmemente la imposibilidad de pagar deudas, no les queda más que rogar y esperar que los acreedores escuchen.
Esta semana los países más ricos del mundo (G-20) reunidos en Johannesburgo acordaron, a través de sus ministros de Finanzas, incluido el de Estados Unidos, suspender la exigencia de pagar deudas vencidas o por vencer a los países más pobres de África y de otras regiones. De esta manera buscan ayudarlos a solventar gastos de atención médica a sus poblaciones, para contener el COVID-19 y sus consecuencias. Es decir, decidieron una moratoria de los deudores públicos y privados, hasta que termine la pandemia. 
La noticia me entusiasmó en medio de las lamentaciones oficiales por las consumidas arcas del Estado y del mismo sector privado, que clama oxígeno para continuar su labor productiva y mantener plazas laborales. 
Debo reconocer que el entusiasmo me duró poco cuando leí que el ministro de Finanzas francés, Bruno Le Maire, señaló que solo 76 países son elegibles para la moratoria, entre estos 40 subsaharianos. La deuda con moratoria, que se adeuda a acreedores privados y a otros países, alcanzaría a $20 000 millones. Adicionalmente, instituciones multilaterales como el Banco Mundial consideran diferir hasta fin de año los pagos de países deudores, con posibilidad de extenderlo.
El caso es que Ecuador no consta en la lista de países pobres, elegibles para el beneficio; entre otras razones, por su membrete de país petrolero (devaluado y con oleoducto inservible) y por el alto nivel de corrupción al que nos asocian en publicaciones y organismos internacionales de ayuda. 
En ese escenario, nuestra opción, además de imitar los esfuerzos de la Unión Africana con enviados especiales para movilizar el apoyo, es intentar demostrar que esa ayuda financiera que necesitamos para sobrevivir no se diluirá con manejos corruptos, como los ocurridos en el 2016, en Manabí y Esmeraldas, con ocasión del terremoto. 
¿Cómo convencer al G-20 de que los dineros necesitados ya no serán desviados a bolsillos de funcionarios corruptos? Propongo un mensaje de mucho significado, conformado por dos iniciativas: 
a) Solicitar a la ONU la celebración de un convenio para conformar una Comisión Internacional de Lucha Contra la Impunidad, como la Cicig de Guatemala, independiente en lo funcional y financiero; y, 
b) La inmediata reforma del Código Orgánico Integral Penal, para endurecer sanciones a delitos contra la administración pública. En concreto, a quienes se aprovechen de declaratorias del estado de excepción; o, en contrataciones de emergencia. Aplicando la gradualidad mayor si se dan durante una conmoción nacional, desastres naturales, epidemias o eventos similares.
Los comentarios de la mayoría de articulistas de diarios del país sitúan la calamidad de la caja fiscal como una consecuencia de la gran corrupción dentro del Estado, como se evidenció en el caso Arroz Verde 2012-2016. 
*Publicado previamente en el Diario El Universo el día viernes 17 de abril del 2020.
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sábado, 11 de abril de 2020

¡Al fin, sentencia!

Jorge G. Alvear Macías
@jorgalve            jorgalve@yahoo.com
Uno de los jueces integrantes del Tribunal de la Corte Nacional que condenó a 8 años de prisión a Rafael Correa, Jorge Glas y a otros 18 procesados por el delito de “cohecho pasivo propio agravado” (caso Sobornos 2012-2016) concedió entrevistas a Teleamazonas y a Radio Visión. En ambas, el doctor Iván Saquicela dio explicaciones para el veredicto que esperábamos gran parte de los ecuatorianos, luego del atraco y enseñoramiento de la impunidad desde el 2007. 
Cuando se notifique la sentencia se podrá confirmar si el Tribunal llegó al convencimiento de culpabilidad más allá de toda duda razonable. En todo caso, lo informado por el magistrado Saquicela permite acceder a algunas razones jurídicas de la condena:
- Entre el 2012 y el 2016 se estructuró una organización delincuencial controlada desde la Presidencia de la República, que operaba en una oficina cuyo arrendamiento lo pagaba una institución del Estado: la Celec. 
- El cuaderno de Pamela Martínez, la persona de confianza de Correa que llevaba el registro de los sobornos por instrucción del expresidente, no fue la única prueba para establecer el delito y la responsabilidad de los procesados. Había otras pruebas que junto al cuaderno fueron valoradas en conjunto.
- Por lo indicado, se desvaneció la afirmación de los procesados sobre la inexistencia del cohecho. Pero, además, Saquicela le hizo notar a Andrés López (Radio Visión): ¿Cómo sostener jurídicamente que no existe el delito acusado, cuando están las facturas que pagaron las empresas para ser adjudicadas con contratos? También le hizo hincapié en que las adjudicaciones se efectuaron con la aquiescencia y voluntad de quienes ejercían el poder de mando en toda la estructura del Estado. 
- Que el Tribunal no dio crédito a las aseveraciones de los abogados de los hoy condenados, porque la prueba presentada por la Fiscalía General del Estado fue de tal entidad, que hizo que los jueces llegaran a la convicción de culpabilidad.
- Que Rafael Correa fue vinculado con la estructura criminal –que según recordó Andrés López, funcionaba desde el Estado, con una suerte de códigos y alias– cuando los jueces conectaron “el testimonio de la señora (Pamela) Martínez, en el sentido de que ella conversaba con el ciudadano Rafael Correa Delgado y le daba cuentas al ciudadano expresidente (y) que recibía disposiciones (de él); pero no solo eso… existe un depósito hecho en la cuenta del expresidente… que algunos han dicho que solo es un monto de 6500 dólares; pero no se trata del monto, de lo que se trata es de que eso es una evidencia de que entonces (Correa) no solo que conocía (del fondo producto de sobornos), sino que dispuso que (de ese botín) se deposite a (su) cuenta…”. 
- El testimonio de Pamela Martínez fue valorado cuando los jueces establecieron la relevancia de la información y la verificaron, “…por ejemplo, con la información que consta en las computadoras (de la Presidencia de la República y de la Corte Constitucional). Lo que ella dice está verificado con las facturas del SRI (que pagaron las empresas vinculadas en el proceso como autoras del cohecho activo)… con la información que consta en las computadoras respecto de la adjudicación de los contratos… ”.
Enhorabuena, ¡al fin, sentencia! 
*Publicado previamente en el Diario El Universo el día viernes 10 de abril del 2020
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¡Solidaridad, estás demorada!

Jorge G. Alvear Macías
Mientras que desde el seno de la ONU llaman a los países a unirse para enfrentar aquello que se ha llamado el bloqueo internacional, generado por la lucha contra el COVID-19, en Ecuador aún no llega la consecuente y apropiada respuesta solidaria del país para con Guayaquil, población que se volcó con ayuda a Manabí en el terremoto del 2016. Solo han arribado hasta ahora desafortunados mensajes divisionistas, pocos ofrecimientos de socorro, unos líricos, otros calculados, incluidos los de activismo político; y claro, no faltan los de los trolls correístas inflamados de odio, buscando enfrentar a guayaquileños con sus líderes. Hay que decirlo claramente así. 
Vamos a repetir lo que todo el país conoce: el sistema de salubridad de la ciudad –público y privado– no se abastece para atender a los infectados; acumulación de cadáveres sin certificados de defunción, por lo que no pueden sepultarse; bajas mortales en el personal de médicos y demás trabajadores de la salud; y, ya se empieza a producir la extenuación de los recursos económicos en los grandes segmentos asentados en barrios marginales de la ciudad, reduciéndose a la par sus posibilidades de adquirir alimentos. 
Sin duda hay grandes esfuerzos del equipo liderado por el vicepresidente de la República y de organizaciones locales para intentar atender la pandemia y sus efectos sociales colaterales, pero no son suficientes… ¡No son suficientes! Y por ello ya se percibe depresión, angustia y miedo entre las emociones del conglomerado. Todo esto, cuando no se ha completado un mes del “encierro” en las casas a tiempo parcial, para intentar detener la propagación del virus. 
Es que el confinamiento podría continuar como ha ocurrido en otros países y sobre todo porque además hay noticias provenientes del Reino Unido, en donde el COVID-19 no solo ha cobrado la vida de personas de edad avanzada, sino también de adolescentes. El único lugar donde el virus no ha causado estragos sería la Antártida.
En África, algunos gobiernos ya empezaron a establecer medidas de contención más estrictas. Por ejemplo Lagos, en Nigeria, es una de las recientes ciudades ‘cerradas’.
Por lo anterior, la problemática de Guayaquil y sus áreas de influencia necesita de una solidaria respuesta nacional, del sector público y privado, conjugada, efectiva y completa, pues las cifras de infectados y víctimas mortales son de tal magnitud que han sido resaltadas en los noticiarios internacionales. Esto último sirve para sustentar los urgentes pedidos a la comunidad internacional tanto de ayuda económica como de desinfectantes de manos, termómetros, fármacos que pertenecen al grupo de antivirales que en China y en España han sido efectivos; suplementos para fortalecer el sistema inmunológico, vestimentas, guantes, cubrebocas, equipos para terapia, etcétera.
Mientras lo anterior se concreta (o algo de ello se logra) invito a reflexionar a los guayaquileños, parafraseando a la física Marie Curie, en que ahora es el momento de entender más, para que podamos temer menos. Además, esto también pasará (dicho persa).
*Publicado previamente en el Diario El Universo el día viernes 3 de abril del 2020.
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¡No somos japoneses!

Jorge G. Alvear Macías
@jorgalve              jorgalve@yahoo.com
En Japón tendrían la solución para contener la propagación del COVID-19 sin recurrir al aislamiento obligatorio de la población. Allá solo cancelaron algunos eventos deportivos y cerraron las escuelas; en lo demás, podría decirse que los japoneses desarrollan su vida casi como antes de que ocurrieran las primeras víctimas del virus en su territorio. 
El caso es que Japón –con una población de 126,8 millones (2017)– hasta el miércoles de esta semana tenía 1193 infectados y 43 decesos por la enfermedad. Según BBC Mundo, la estrategia nipona consistió en rastrear a los grupos de contagio, someterlos a pruebas y aislarlos, haciéndose notar que el distanciamiento social y el cuidado de la higiene (más que en otros países) son propios de esa cultura. No es raro ver a los ciudadanos con mascarillas en las calles y eso disminuye la transmisión de enfermedades en general, además de la ausencia de los abrazos en los relacionamientos. 
Lo relatado sería de difícil aplicación en otras realidades sociales. En Latinoamérica somos tan distintos, no nos convence la necesidad de disciplina y nos cuesta cambiar; tal vez por herencias arraigadas, algunas provenientes de la ibérica península y otras aportadas por los aborígenes que nos lo impiden y quizás tomará más de una decena de lustros modificar nuestro comportamiento, incluso luego de padecer la actual pandemia. Por ello es que tenemos que enfrentar al azote del virus de acuerdo con nuestra idiosincrasia. 
Es que será muy complicado que el ecuatoriano de escasos recursos económicos, por ejemplo, cumpla la obligación de quedarse en casa y observe las recomendaciones para salvaguardar su propia salud, especialmente en la Costa, menos en la actual época de calor; y, particularmente aquel trabajador autónomo inactivo, que sin ingresos entrará en la desesperación de no poder alimentar a su familia. 
De ahí que las medidas gubernamentales deberían modificarse y propender a que los menos favorecidos permanezcan en casa a pesar de la inclemente temperatura, facilitándoles la adquisición de ventiladores a bajo costo (eliminando aranceles e IVA). 
Para paliar la angustia del corte brusco de ingresos de los trabajadores autónomos, ayudaría la obtención de crédito en la adquisición de víveres en la tienda del barrio (“la tienda de la esquina”) incentivando al tendero para que lo conceda durante la emergencia, con la ayuda financiera de sus proveedores, quienes podrían diferirle el pago de las facturas por seis meses, por ejemplo. Este esquema solo podría funcionar a través del financiamiento estatal; y, con los controles necesarios para evitar las desviaciones y abusos. 
Según cifras de la Asociación de Tenderos del Ecuador (Asotendero), hay más de 120 000 bodegueros concentrados en Quito y Guayaquil. Emprendimientos que constituirán una línea de defensa importante para evitar el caos y, a la vez, facilitar la inamovilidad de un vecindario, como también para el mejor control de los infectados. El tendero de barrio labora generalmente de seis de la mañana a once de la noche, sin feriados ni fines de semana. Será un magnífico aliado del Gobierno en su cometido de evitar que la población se movilice más allá del barrio, para adquirir bienes de primera necesidad. 
Consecuentemente, el crédito estatal debería focalizarse en los proveedores del tendero.
*Publicado previamente en el diario El Universo el día viernes 27 de marzo del 2020.
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