sábado, 11 de abril de 2020

¡No somos japoneses!

Jorge G. Alvear Macías
@jorgalve              jorgalve@yahoo.com
En Japón tendrían la solución para contener la propagación del COVID-19 sin recurrir al aislamiento obligatorio de la población. Allá solo cancelaron algunos eventos deportivos y cerraron las escuelas; en lo demás, podría decirse que los japoneses desarrollan su vida casi como antes de que ocurrieran las primeras víctimas del virus en su territorio. 
El caso es que Japón –con una población de 126,8 millones (2017)– hasta el miércoles de esta semana tenía 1193 infectados y 43 decesos por la enfermedad. Según BBC Mundo, la estrategia nipona consistió en rastrear a los grupos de contagio, someterlos a pruebas y aislarlos, haciéndose notar que el distanciamiento social y el cuidado de la higiene (más que en otros países) son propios de esa cultura. No es raro ver a los ciudadanos con mascarillas en las calles y eso disminuye la transmisión de enfermedades en general, además de la ausencia de los abrazos en los relacionamientos. 
Lo relatado sería de difícil aplicación en otras realidades sociales. En Latinoamérica somos tan distintos, no nos convence la necesidad de disciplina y nos cuesta cambiar; tal vez por herencias arraigadas, algunas provenientes de la ibérica península y otras aportadas por los aborígenes que nos lo impiden y quizás tomará más de una decena de lustros modificar nuestro comportamiento, incluso luego de padecer la actual pandemia. Por ello es que tenemos que enfrentar al azote del virus de acuerdo con nuestra idiosincrasia. 
Es que será muy complicado que el ecuatoriano de escasos recursos económicos, por ejemplo, cumpla la obligación de quedarse en casa y observe las recomendaciones para salvaguardar su propia salud, especialmente en la Costa, menos en la actual época de calor; y, particularmente aquel trabajador autónomo inactivo, que sin ingresos entrará en la desesperación de no poder alimentar a su familia. 
De ahí que las medidas gubernamentales deberían modificarse y propender a que los menos favorecidos permanezcan en casa a pesar de la inclemente temperatura, facilitándoles la adquisición de ventiladores a bajo costo (eliminando aranceles e IVA). 
Para paliar la angustia del corte brusco de ingresos de los trabajadores autónomos, ayudaría la obtención de crédito en la adquisición de víveres en la tienda del barrio (“la tienda de la esquina”) incentivando al tendero para que lo conceda durante la emergencia, con la ayuda financiera de sus proveedores, quienes podrían diferirle el pago de las facturas por seis meses, por ejemplo. Este esquema solo podría funcionar a través del financiamiento estatal; y, con los controles necesarios para evitar las desviaciones y abusos. 
Según cifras de la Asociación de Tenderos del Ecuador (Asotendero), hay más de 120 000 bodegueros concentrados en Quito y Guayaquil. Emprendimientos que constituirán una línea de defensa importante para evitar el caos y, a la vez, facilitar la inamovilidad de un vecindario, como también para el mejor control de los infectados. El tendero de barrio labora generalmente de seis de la mañana a once de la noche, sin feriados ni fines de semana. Será un magnífico aliado del Gobierno en su cometido de evitar que la población se movilice más allá del barrio, para adquirir bienes de primera necesidad. 
Consecuentemente, el crédito estatal debería focalizarse en los proveedores del tendero.
*Publicado previamente en el diario El Universo el día viernes 27 de marzo del 2020.
Leer este artículo en EL UNIVERSO

No hay comentarios: