viernes, 24 de diciembre de 2021

El caso Palacio Urrutia y Otros vs. Ecuador

Jorge G. Alvear Macías

La Corte Interamericana de Derechos Humanos (CorteIDH) condenó al Estado como responsable de las vulneraciones de derechos humanos a Emilio Palacio, Carlos Pérez, César Pérez y Nicolás Pérez, dentro del caso referido en el título de esta columna. Es uno de los casos más emblemáticos por los aleves ataques y perjuicios causados por el expresidente Correa al ejercicio periodístico y a la libertad de expresión. Los hechos de corrupción de su gobierno tal vez fueron animados por la opacidad a la que contribuyó con las persecuciones a periodistas y medios de comunicación.

La sentencia cuenta los atropellos judiciales irrogados a Emilio Palacio y los hermanos Pérez. Permite intuir su angustia y la padecida por empleados y más colaboradores del Diario EL UNIVERSO, de perder sus trabajos, cuando Rafael Correa pretendió asfixiar a los medios de comunicación con leyes y políticas de Estado. No lo logró, dada la resiliencia y tenacidad del periodismo independiente, heroico, que cumplió su misión pese a los ilegítimos obstáculos legislativos, administrativos y judiciales, dispuestos por el omnímodo poder.

La CorteIDH sentó un precedente significativo para amparar al periodismo independiente y mantener la libertad de expresión como piedra angular de una sociedad democrática. Oportuno cuando se discute una Ley de Comunicación.

Es que la CorteIDH reiteró que no se puede desarrollar el rol de un control periodístico a las autoridades, en asuntos de interés público, si la prensa no es libre de dar informaciones e ideas y si no tiene amplia libertad para juntar, recolectar y evaluar esas informaciones e ideas. De tal manera que cualquier medida que interfiera con las actividades periodísticas “obstruirá inevitablemente… el derecho a la libertad de expresión en sus dimensiones individual y colectiva”. Para la CorteIDH, constituye una verdadera amenaza a la libertad de expresión aquella demanda de calumnia o injuria de un funcionario público, planteada con el aparente objetivo de obtener una rectificación, cuando en verdad buscó silenciar las críticas a sus actuaciones en la esfera pública. La Corte explicó que este tipo de procesos, conocidos como “Slapp” (demanda estratégica contra la participación pública), concreta el uso abusivo del sistema judicial, para impedir el ejercicio efectivo de la libertad de expresión. Esto es más grave porque el “Slapp” como mecanismo de presión a periodistas no solo les impide hacer reportajes críticos y/o de investigación, sino que frustra el debate democrático, que debe ser libre y abierto.

En el caso en comento, la CorteIDH estableció que Emilio Palacio y los hermanos Carlos, César y Nicolás Pérez fueron indebida y desproporcionalmente sancionados con cárcel y a pagar 30 millones de dólares por la publicación del artículo ‘NO a las mentiras’. Un texto que esa Corte confirmó: era un artículo de opinión y la sanción generó un chilling effect, pues inhibió la circulación de ideas, opiniones e información de terceros, afectando así su derecho a expresarse libremente.

El fallo preludia una feliz Navidad para Emilio, Carlos, César, Nicolás, la familia de EL UNIVERSO y lectores. (O)

viernes, 17 de diciembre de 2021

¿Hasta cuándo nos hacemos los desentendidos?

Jorge G. Alvear Macías

 Una vez más, Estados Unidos nos recordó el gravísimo nivel de corrupción arraigado en nuestras instituciones. Esto, a propósito de las declaraciones de su embajador Michael Fitzpatrick, al portal noticioso Primicias, donde afirmó que se les ha retirado la visa a generales ecuatorianos vinculados al narcotráfico. Pronunciamiento que debe leerse en contexto con la renuencia del presidente Lasso a enfrentar la corrupción con una Comisión Internacional, independiente del Ejecutivo y con recursos propios, similar a la CICIG que operó en Guatemala –como ofreció en campaña–; y, con la simpatía del presidente Joe Biden a la intención de la presidenta Xiomara Castro de instalar una CICIH en Honduras, quien ya estaría gestionándola con la ONU. 

En el 2011 fue noticia que la embajadora estadounidense, Heather Hodges, había enviado –en un cable cifrado– un diagnóstico reservado para sus superiores del Departamento de Estado sobre la corrupción en el Ecuador, que el hacker Julian Assange reveló para vergüenza del gobierno de Correa y descrédito del país en el mundo de los negocios y grandes inversiones. Acorralado, Correa expulsó a la talentosa y experimentada embajadora y luego refugió a Assange en la embajada en Londres, para que no siga sacando sus trapos sucios. Las cosas empeoraron desde entonces. La sociedad, políticos y élites niegan la realidad; mientras tanto –parafraseando al periodista José Hernández–, el narcotráfico y las bandas en las cárceles exhiben su poder. 

La embajadora Hodges dijo a sus superiores esto: 

-”… la corrupción es generalizada en las filas de la Policía”, y quien fuera su comandante, Jaime Aquilino, utilizó su poder para extorsionar y acumular así dinero y propiedades, facilitar el tráfico de personas y obstruir investigaciones contra compañeros corruptos. En la embajada estaban seguros de que el presidente Correa conocía esto cuando le nombró comandante. 

-”Las corruptas actividades descritas en este cable dañan la inversión norteamericana en Ecuador. Los inversores de EE. UU. se muestran reacios a arriesgar su patrimonio porque saben que pueden ser extorsionados por agentes corruptos de los cuerpos de seguridad”. 

-Las prácticas de la Policía castigan a muchos ecuatorianos, dispuestos a pagar sobornos para poder realizar cualquier gestión, evitando así una burocracia dolosa y asfixiante. 

-Los mecanismos de control de la probidad institucional son débiles y la Constitución del 2008 los debilitó más. “Debido a estos fallos institucionales, los oficiales de la Policía… apenas se exponen a un castigo cuando se implican en actos corruptos. Y en relación con jueces y políticos corruptos, esta situación está más acentuada en las altas esferas del poder”.

-Tal corrupción debilitó los esfuerzos norteamericanos contra los delincuentes “haciendo más probable que los criminales y terroristas puedan actuar sin ser descubiertos ni castigados”. 

¿Cómo depurar instituciones sin una independiente “auditoría externa”? Sabemos de antemano que la propuesta de la Comisión Interinstitucional anticorrupción tendrá el mismo resultado de unos exámenes calificados por los propios alumnos. (O)

viernes, 10 de diciembre de 2021

¡Bien por Honduras, tendrá su Cicih!

Jorge G. Alvear Macías

 La corrupción socava las instituciones democráticas, envilece el imperio de la ley, propicia obstáculos burocráticos eliminables con sobornos. Tal descomposición genera inestabilidad política, afecta la economía y a la sociedad toda. Incide en el desarrollo, aleja la inversión extranjera directa y a las pequeñas empresas por los requerimientos de los corruptos. En definitiva, en un Estado donde las organizaciones criminales se han tomado el control de las funciones, hay también vía libre para las actividades del narcotráfico, el secuestro de los centros penitenciarios y el tráfico ilegal de armas.

En Honduras está aconteciendo lo antes señalado, en un nivel preocupante de gravedad, pues las mafias han contaminado los más altos espacios de poder, incluyendo al presidente, según denunció Xiomara Castro de Zelaya, recientemente elegida primera mandataria. Una acusación para un jefe de Estado que tiene un hermano en Estados Unidos cumpliendo prisión perpetua por tráfico de drogas. Por ello se entiende que la presidenta Castro de Zelaya –a pedido de sus electores y en fiel cumplimiento a su promesa de campaña– solicite a la ONU la conformación de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Honduras (Cicih), para luchar contra la corrupción y la impunidad, similar a la que funcionó exitosamente en Guatemala. Tal iniciativa tendría como preludio los acercamientos de la nueva mandataria con funcionarios de la ONU, y cuenta desde ya con el apoyo de Joe Biden, presidente de Estados Unidos (país que fue el mayor aportante de dinero para el funcionamiento de la Cicig en Guatemala), quien está “cautivado con la propuesta de Xiomara Castro” de instalar una Comisión Anticorrupción en Honduras. Este detalle lo reveló a la agencia Reuters un alto funcionario del Departamento de Estado, quien agregó “que podría abrirle camino a mejorar las relaciones exteriores y mejorar el ambiente de inversión en la nación”.

Honduras tiene un sobreendeudamiento equivalente al 50 % del PIB, que “en parte es ilegítimo y odioso” como lo califican los entendidos, lo cual constituye una situación muy familiar para los ecuatorianos. Así como el saqueo a los fondos del Instituto Hondureño de Seguridad Social, en el que también participaron dirigentes del partido de Gobierno, empresarios y funcionarios públicos.

En el contexto de lo relatado viene muy pertinente el editorial de EL UNIVERSO de ayer, bajo el título ‘Conciencia colectiva contra la corrupción’, en referencia a la necesidad de crear en Ecuador la conciencia anticorrupción, ya que la población cree erróneamente que la corrupción no le afecta y no le atañe combatirla. Pero construir esa conciencia requiere de instrucción y acceso a la experiencia internacional. En esa línea de pensamiento, la Asamblea de Naciones Unidas fijó el 9 de diciembre como Día Internacional contra la Corrupción: un llamado a los Gobiernos, al sector privado, organismos no gubernamentales y medios de comunicación del mundo a unirse en un solo esfuerzo para desalojar las prácticas corruptas. Sin duda, la presidenta Xiomara Castro quiere trascender. Ha escuchado ese llamado y el pedido de sus electores. (O)