Jorge G. Alvear Macías
@jorgalve
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La violencia del yihadismo tiene actores diversos, unos organizados con estructura y otros que operan como células. Su objetivo es generar conmoción social, causar miedo, división entre musulmanes y otras confesiones, principalmente. También dificulta la convivencia, debilita el orden en sociedades con vocación democrática. Los fanáticos entienden que los atentados atraen la cobertura mundial de los medios de comunicación y así logran los efectos buscados.
La mayoría de las víctimas del terrorismo se han causado en países islámicos. Pero desde la destrucción de las Torres Gemelas en Nueva York, los efectos se han extendido a más países, como Rusia, Francia, Alemania y Bélgica.
Ha creado confusión en Alemania. Recientemente, un atentado que comento más adelante, fue atribuido erróneamente al yihadismo. De ahí que las autoridades sean más cautas en sus declaraciones, incluso cuando hay indicios. Lo cierto es que en los últimos once días, tres de los atentados se atribuyen al Estado Islámico.
El 18 de julio un refugiado afgano, de 17 años, atacó a pasajeros en un tren, con un hacha en una mano y un cuchillo en otra. Al abalanzarse contra las víctimas, gritaba: “Alá es el más grande”. Había llegado a Alemania como solicitante de asilo, vivía con una familia de acogida en Ochsenfurt, localidad de Bavaria y tenía una bandera del Estado Islámico en su habitación.