viernes, 25 de enero de 2019

Cicig. ¡Ni jueces ni fiscales!

Imagen tomada del diario La Tribuna
Jorge G. Alvear Macías
  

Una Comisión Internacional contra la impunidad, que asesore técnicamente en la investigación de actividades de estructuras delincuenciales y su posible vinculación con instituciones y agentes del Estado no afectaría la soberanía nacional ni sería incompatible con la Constitución ni la ley que fija las competencias y atribuciones de la Fiscalía General. Es decir, no se afectaría la institucionalidad de este organismo; por el contrario, se la fortalecería. Ni la Constitución ni las leyes lo impiden. 
Lo anterior, para responder a quienes recelan de un organismo internacional necesario para luchar contra la impunidad y las estructuras corruptas en el Estado, por nuestra circunstancia de inexperiencia. 
Además, la Fiscalía General tiene competencia para celebrar convenios de cooperación con organizaciones internacionales, para el mejor cumplimento en su tarea de acusar e impulsar los juicios penales contra los funcionarios que se apropiaron o permitieron la apropiación de US$ 70.000 millones en la contratación pública. 
Con la colaboración de una Comisión Internacional contra la Impunidad auspiciada por la ONU y con financiamiento de países del primer mundo, mediando un convenio similar (y perfectible), la Fiscalía General lograría con más posibilidades de éxito investigar los delitos de gran impacto social cometidos por estructuras del crimen organizado, detectar sus fuentes ilegales de financiamiento y desarticularlas. 
Se ha dicho que la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig) se creó para terminar con la impunidad de los crímenes cometidos en la guerra civil y que en Ecuador no hemos vivido aquello, lo cual es verdad. Pero no es menos cierto que al finalizar dicha guerra, los Cuerpos Ilegales de Seguridad y los Aparatos Clandestinos de Seguridad que intervinieron en ella, siguieron operando en ese país. Estos mutaron y cooptaron las instituciones del Estado, vinculándose directa o indirectamente con agentes del Estado, desarrollando capacidad para generar impunidad en sus prácticas corruptas. Entre las instituciones cooptadas: el Ministerio Público, la Función Judicial, Ejército, aduanas, ministerios, municipios, entre otras. Lo cual fue detectado por la Cicig.
Recientemente, Glenda Umaña entrevistó al expresidente Alfonso Portillo (ver en YouTube con título “Alfonso Portillo La verdad sobre la Cicig”) y cuando dicha periodista le preguntó si estaba de acuerdo con la expulsión de la Cicig, este respondió: “…no comparto esa decisión y creo que demuestra que queremos que nada cambie en Guatemala. Aquí no es ser Cicig o ser pro-Cicig o anti-Cicig; aquí el problema es: ¿queremos que el país se modernice institucionalmente o queremos volver al pasado…? ¿Qué vamos a hacer sin poder judicial independiente, sin ministerio público, sin una Corte Constitucional independiente?”. ¿Y de qué depende que eso cambie?, preguntó Glenda Umaña. Él respondió: “¡De las élites del poder!”. 
Para Portillo, quien también fue investigado por el Ministerio Público con asistencia de la Cicig, en Guatemala, (no muy diferente a otros países latinoamericanos, incluido Ecuador), las élites manejan el Estado, “…un Estado corrupto, un Estado veleta, un Estado comprable, un congreso como ‘este’…”. 
El ejemplo de la Cicig también se debate en El Salvador y por lo menos un candidato a la presidencia ofrece replicarlo. Allá, como acá, también es necesario desarticular estructuras mafiosas de gran poder que propician impunidad. 
*Publicado previamente en el Diario El Universo el día viernes 25 de enero del 2019.


viernes, 18 de enero de 2019

Del superintendente de Compañías

Jorge G. Alvear Macías

El presidente Moreno envió al Consejo de Participación Ciudadana y Control Social de Transición (CPCCS-T) la terna para elegir al nuevo superintendente de Compañías. El CPCCS-T deberá revisar previamente los requisitos e inhabilidades de los candidatos.

Muchos recuerdan que la Superintendencia de Compañías se distinguió por su eficiencia y la solvencia de conocimientos de quienes estuvieron al frente de ella, salvo una que otra excepción de vergonzosa y triste recordación. Digo esto último porque fueron tiempos de abusos irrogados al personal de la institución, entre malos tratos y cobros de “diezmos”; o de equivocada gestión, como por ejemplo la eliminación de la doctrina societaria (doctrina felizmente restablecida por el actual superintendente encargado). 

Los abogados y más usuarios de la Superintendencia de Compañías sin duda valoran a los funcionarios que poseen un sólido conocimiento de la materia societaria y desconfían de los que la ignoran. También aprecian la gestión transparente, tan venida a menos en estos tiempos dentro de la administración pública.

Por lo anterior, esperamos la recuperación del alto nivel de satisfacción del servicio que brindó la Superintendencia en el pasado, entendiendo que ello dependerá de los adecuados conocimientos y talentos necesarios de los aspirantes a dirigirla. Especialmente para realizar los correctivos prácticos y morales.

La materia societaria implica gran dosis de especialidad. La institución y los usuarios no deberían continuar sufriendo la improvisación de los audaces. A la entidad deberían acceder los que posean méritos útiles para desempeñar la función, vía carrera administrativa o llegando desde la academia y/o con la notable experiencia profesional. No es suficiente el padrinazgo político si el candidato carece de preparación, pues su imposición resultaría en una forma de corrupción y de ello ya tenemos suficiente.

El superintendente de Compañías debe estar imbuido desde el primer día de su ejercicio del conocimiento apropiado para dirigir, de lo contrario será dirigido por los que aprovecharán de la ignorancia o de su ego, este último casi siempre confrontador y estéril.

Lo ideal sería, repito, que el nuevo superintendente conozca profundamente la legislación societaria, especialmente la relativa a las distintas actividades económicas del ámbito comercial, industrial, turístico y del Mercado de Valores. Que entienda el lenguaje y la información que reciba de los subordinados y de los empresarios, para facilitar la labor productiva y no entorpecerla. Tanto más que el empleo pleno o adecuado se redujo en 155.000 plazas, según información de este Diario.

El candidato no debería aspirar a convertirse en semidiós, menos a satisfacer su codicia, como lo han evidenciado muchísimos funcionarios identificados con la mentira socialista del siglo 21.

La Superintendencia de Compañías llegó a ser calificada como la joya de las instituciones públicas del país, gracias a exsuperintendentes de la talla de René Bustamante, Francisco Salgado, José A. Baquero, Marco A. Guzmán, César Moya, Germán Carrión, Teresa Minuche de Mera (en dos ocasiones), Marcelo Ávila, Carlos Muñoz, Nicolás Cassís, Juan Carlos Arízaga e Ignacio Vidal. 

Ojalá el CPCCS-T sea consecuente con la brillante historia de la Superintendencia de Compañías y elija finalmente a la persona apropiada para dirigirla dignamente. Un buen funcionario público ofrece servicios excelentes al usuario.

*Publicado previamente en el Diario El Universo el día viernes 18 de enero del 2019.


viernes, 11 de enero de 2019

LA CORRUPCIÓN CARECE DE IDEOLOGÍA…

Jorge G. Alvear Macías
Por tanto, los medios más efectivos para enfrentarla no se encontrarán en la concepción de alguna corriente política. Fue el pragmatismo lo que condujo a la comunidad de las Naciones Unidas a coincidir sobre la necesidad de la cooperación internacional para luchar contra la delincuencia organizada transnacional y contra la impunidad –especialmente en los países con economía en transición–, a través de la asistencia técnica y la asistencia judicial recíproca, en investigaciones, procesos y actuaciones judiciales relacionadas con delitos de gran impacto social.
Esa colaboración internacional también se previó para la localización de dineros acumulados en actividades ilícitas, principalmente en contrataciones de obras y servicios públicos, así como del narcotráfico.
Ecuador ya se benefició de la cooperación internacional, concretamente en la represión de la actividad del narcotráfico, lograda con el establecimiento de un puesto de vigilancia con personal y equipos de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos en la base aérea de Manta. Ello fue posible gracias a un convenio internacional con innegables resultados sobre el control del tráfico de drogas durante su vigencia; logro que se revirtió cuando el expresidente Correa no renovó tal convenio. 
En estos días, la fiscal general encargada ha reconocido la falta de medios para investigar lo que el presidente Moreno ha dado en llamar desfalcos en contratos del área petrolera, celebrados en el régimen correísta. Esa misma impotencia experimentó el Ministerio Público guatemalteco antes del 2007, año que marcó la diferencia por el inicio de la colaboración de Naciones Unidas, con la instalación de una comisión internacional de lucha contra la impunidad (Cicig). Guatemala hasta entonces había vivido una situación de impunidad rampante, impuesta por grupos de poder que se apropiaron de las instituciones estatales y las controlaban. Los guatemaltecos no confiaban en el Ministerio Público (Fiscalía) ni en la Función Judicial, menos en la Policía y el Ejército. 
A partir del establecimiento de la Cicig, en Guatemala renacieron las esperanzas para recuperar el imperio de la legalidad. Gracias a esa ayuda el Ministerio Público pudo encausar a casi 800 personas y los jueces sentenciaron a más de 350. Es cierto que se produjeron quejas por supuestas violaciones al debido proceso y por el supuesto desconocimiento del principio de presunción de inocencia, entre un mínimo de investigados y condenados, que se atribuyeron a la Cicig durante los once años que apoyó al Ministerio Público, suministrando con personal de distintas nacionalidades, la tecnología y las experiencias de investigadores, exfiscales, jueces, analistas criminalistas y especialistas para rastrear dineros. Pero tales quejas, en su mayoría, fueron desvanecidas en el transcurso de las investigaciones o durante el procesamiento o en la sentencia de los jueces guatemaltecos, que son los únicos que imparten justicia en ese país. 
La experiencia de la Cicig puede ser aprovechada en Ecuador y otros países latinoamericanos, por supuesto, con los ajustes necesarios para evitar los excesos que se pudieron haber cometido en Guatemala, teniendo presente el balance altamente positivo y reconocido por el 70% de los propios guatemaltecos. Por ello insistimos en la necesidad de la cooperación internacional para luchar contra la impunidad y para recuperar los dineros saqueados por las organizaciones delincuenciales incrustadas dentro del Estado ecuatoriano. 
*Publicado previamente en el Diario El Universo, el día viernes 11 de nero del 2019.

viernes, 4 de enero de 2019

Tsunami de deshonestidad

Jorge G. Alvear Macías
El presidente de México, Enrique Peña Nieto, dijo que su Gobierno no tolerará “abusos” ni “tropelías” aprovechando las protestas contra el alza de la gasolinas, que ha desencadenado actos vandálico
Imagen de Infobae de un saqueo en México
 
El hurto masivo de gaseosas y jugos que transportaba un camión accidentado en el sector de La Aurora, del cantón Daule, tiene relación con los efectos del preocupante nivel de corrupción e impunidad de nuestra sociedad. Una sociedad como la de Venezuela de Chávez y Maduro, que ha generado una aristocracia de millonarios, la mayoría bajo sospecha de haber cometido peculados. En muchos casos exhibiendo sus gordos patrimonios y derroches ante los ojos atónitos de quienes conocieron sus anteriores limitaciones económicas. Podría afirmarse –parafraseando a la periodista venezolana Berenice Gómez– que los sospechosos nuevos ricos se desenvuelven con una actitud que expresa un insonoro mensaje: ¡Tengo poder, lo hice de esa manera y me importa un rábano lo que piensen los demás y nadie me va a hacer nada, porque tengo impunidad! 

Cuando los transeúntes jóvenes, mujeres y adultos mayores –que se presumen personas honradas– en vez de ayudar al chofer de un transporte averiado saquean sus mercaderías, como si fuese algo normal y permitido, es que no hay garantías para la propiedad de nadie y es indicio de que vivimos en una sociedad no confiable. Algo indignante y vergonzoso, y hasta aterrador, si imaginamos el siguiente nivel de la degradación moral que nos envuelve. No es la primera vez, pues durante el 30 de septiembre de 2010, turbas sin control vaciaron prácticamente cierto almacén en la vía Perimetral de Guayaquil. Además, con ocasión de las recientes festividades de octubre más de cien personas en grupos asaltaron a transeúntes en los exteriores del Malecón Simón Bolívar.

Un estudio de la revista Nature difundido por la agencia EFE informó que las personas de sociedades más corruptas tienen más probabilidades de ser deshonestas que las de sociedades respetuosas de las normas. La gente controla su deshonestidad según percibe lo que es aceptable en su sociedad y lo que ve alrededor. “Si vives en una sociedad donde todo el mundo rompe las normas, tienes más probabilidades de pensar que está bien hacerlo”, remarca el estudio. 

Simon Gäechter, de la universidad inglesa Nottingham, y Jonathan F. Schulz, de la universidad estadounidense Yale, citados por EFE, comentan que la corrupción, evasión fiscal o fraude político influye debilitando la honestidad intrínseca del individuo. Y las instituciones débiles que permiten la corrupción generan ese efecto, además del efecto económico negativo en la sociedad. En nuestro país, un efecto de la década saqueada.

¿Qué hacer entonces para detener el tsunami de la degradación moral evidenciado con el saqueo masivo referido y los otros precedentes? Pues la respuesta está en la familia y en el Estado. Ambos deben colocar los “diques”, blindando la niñez –semillero de futuros funcionarios públicos, profesionales y políticos– a través de la educación. Padres y Estado inculcando honestidad como principio de vida en la formación de la personalidad y carácter del niño.

El Estado, a través de programas educativos, suministrando suficientes nociones y conocimientos sobre la honestidad; incentivando con premios las habilidades y vivencias del niño que lo conduzcan a ser honesto, para lograr buenos amigos, confianza y reconocimiento social positivo. 

La publicidad oficial debe reiterar permanentemente que honestidad también es respeto a los demás y a la propiedad ajena. (O)

*Publicado previamente en el Diario El Universo el día viernes 4 de enero del 2019.

https://www.eluniverso.com/opinion/2019/01/04/nota/7121553/tsunami-deshonestidad