viernes, 18 de enero de 2019

Del superintendente de Compañías

Jorge G. Alvear Macías

El presidente Moreno envió al Consejo de Participación Ciudadana y Control Social de Transición (CPCCS-T) la terna para elegir al nuevo superintendente de Compañías. El CPCCS-T deberá revisar previamente los requisitos e inhabilidades de los candidatos.

Muchos recuerdan que la Superintendencia de Compañías se distinguió por su eficiencia y la solvencia de conocimientos de quienes estuvieron al frente de ella, salvo una que otra excepción de vergonzosa y triste recordación. Digo esto último porque fueron tiempos de abusos irrogados al personal de la institución, entre malos tratos y cobros de “diezmos”; o de equivocada gestión, como por ejemplo la eliminación de la doctrina societaria (doctrina felizmente restablecida por el actual superintendente encargado). 

Los abogados y más usuarios de la Superintendencia de Compañías sin duda valoran a los funcionarios que poseen un sólido conocimiento de la materia societaria y desconfían de los que la ignoran. También aprecian la gestión transparente, tan venida a menos en estos tiempos dentro de la administración pública.

Por lo anterior, esperamos la recuperación del alto nivel de satisfacción del servicio que brindó la Superintendencia en el pasado, entendiendo que ello dependerá de los adecuados conocimientos y talentos necesarios de los aspirantes a dirigirla. Especialmente para realizar los correctivos prácticos y morales.

La materia societaria implica gran dosis de especialidad. La institución y los usuarios no deberían continuar sufriendo la improvisación de los audaces. A la entidad deberían acceder los que posean méritos útiles para desempeñar la función, vía carrera administrativa o llegando desde la academia y/o con la notable experiencia profesional. No es suficiente el padrinazgo político si el candidato carece de preparación, pues su imposición resultaría en una forma de corrupción y de ello ya tenemos suficiente.

El superintendente de Compañías debe estar imbuido desde el primer día de su ejercicio del conocimiento apropiado para dirigir, de lo contrario será dirigido por los que aprovecharán de la ignorancia o de su ego, este último casi siempre confrontador y estéril.

Lo ideal sería, repito, que el nuevo superintendente conozca profundamente la legislación societaria, especialmente la relativa a las distintas actividades económicas del ámbito comercial, industrial, turístico y del Mercado de Valores. Que entienda el lenguaje y la información que reciba de los subordinados y de los empresarios, para facilitar la labor productiva y no entorpecerla. Tanto más que el empleo pleno o adecuado se redujo en 155.000 plazas, según información de este Diario.

El candidato no debería aspirar a convertirse en semidiós, menos a satisfacer su codicia, como lo han evidenciado muchísimos funcionarios identificados con la mentira socialista del siglo 21.

La Superintendencia de Compañías llegó a ser calificada como la joya de las instituciones públicas del país, gracias a exsuperintendentes de la talla de René Bustamante, Francisco Salgado, José A. Baquero, Marco A. Guzmán, César Moya, Germán Carrión, Teresa Minuche de Mera (en dos ocasiones), Marcelo Ávila, Carlos Muñoz, Nicolás Cassís, Juan Carlos Arízaga e Ignacio Vidal. 

Ojalá el CPCCS-T sea consecuente con la brillante historia de la Superintendencia de Compañías y elija finalmente a la persona apropiada para dirigirla dignamente. Un buen funcionario público ofrece servicios excelentes al usuario.

*Publicado previamente en el Diario El Universo el día viernes 18 de enero del 2019.


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