martes, 19 de mayo de 2020

Pandemia de corrupción

Jorge G. Alvear Macías
@jorgalve               jorgalve@yahoo.com
En relación con mi columna titulada ‘Pagamos o rogamos...’, publicada en este Diario el 17 de abril del año en curso, recibí una atenta comunicación desde el despacho del asambleísta por la provincia de Los Ríos, don Ramón Terán Salcedo, haciéndome conocer que dicho legislador había acogido la propuesta que incluí en mi artículo periodístico, “para que se reforme el COIP en las penas por delitos contra la administración” y con esa concepción él había delineado el texto de una reforma, para introducirla en la sección de los Delitos contra la eficiencia de la administración pública. Para explicar mejor su propósito, comparto el texto: 

“Ley Orgánica Reformatoria del Código Orgánico Integral Penal. Artículo 1. A continuación del título ‘SECCIÓN TERCERA, Delitos contra la eficiencia de la administración pública’, antes del artículo 278, inclúyase el siguiente artículo innumerado: 

“Art.- Las sanciones a los delitos tipificados en esta Sección Tercera, se duplicarán si la infracción se comete aprovechando el régimen propio de la declaratoria del estado de excepción por conmoción nacional, desastres naturales, epidemias o eventos similares, o en contrataciones de emergencia en cualquier nivel de gobierno, incluidos los gobiernos seccionales autónomos descentralizados. En todos estos casos, la pena será la más alta sin que opere la gradualidad”. 

En mi columna yo había señalado que Ecuador no consta en la lista de países pobres elegibles para que se les perdonen las deudas, en medio de la crisis provocada por el COVID-19, entre otras razones, por su membrete de país petrolero (venido a menos por el precio del crudo) y además por la gran corrupción que nos envuelve. Algo de ello debió influenciar en los funcionarios del FMI, pues en su plan de ayuda a Ecuador y Colombia para el combate de los efectos del COVID-19 solo nos concederán un préstamo rápido de $643 millones, mientras que a Colombia le darán un crédito flexible de $10 800 millones. ¿Acaso tendrán temor de que esos recursos se desvíen cuando lleguen? 

La iniciativa del legislador Ramón Terán se presenta oportuna cuando gran parte de la ciudadanía, a través de columnistas y comentaristas de los distintos medios de comunicación, han manifestado con supremo enojo la necesidad de poner un detente definitivo a los atracos de los dineros públicos, cuyos autores aprovechan para delinquir incluso en tiempos de emergencias, epidemias, pandemias, desastres naturales, cuarentenas o cualquier conmoción. En estos días hemos sido testigos de aquello, con los escandalosos sobreprecios en insumos médicos, bolsas para cuerpos de los fallecidos y hasta en los kits de alimentos para familias pobres y sin ingresos, que involucran en denuncias a todos los niveles jerárquicos del Estado, bajo sospechas de sobornos, conflictos de interés, desvío de recursos, tráfico de influencias, licitaciones amañadas o facturas con sobreprecios. 

La propuesta legislativa del asambleísta es valiosa, no obstante perfectible. Debería concretarse, entre los varios tipos penales que comprende la Sección Tercera del COIP: al peculado (art. 278), cohecho (art. 280), concusión (art. 281), tráfico de influencias (art. 285), testaferrismo (art. 289) y alteración de evidencias y elementos de prueba (art. 292). 

¡A detener la pandemia de corrupción! 

*Publicado previamente en el Diario El Universo, el día viernes 15 de mayo del 2020.
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lunes, 18 de mayo de 2020

Los insepultos

Jorge G. Alvear Macías
Hasta el momento en que escribo esta columna la joven Nayet Villota no recibe noticias de las autoridades sobre el lugar en donde se encuentra el cuerpo de su abuela Enriqueta Razo, fallecida el 25 de marzo pasado, a la edad de 84 años. 
EL UNIVERSO (Jazmín Solís) y CNN en español (Fernando Del Rincón y Kay Guerrero) entrevistaron a Nayet y publicaron su drama. La señora Razo, quien era su madre de crianza y vivía con Nayet, murió en una clínica privada y al día siguiente su cuerpo fue trasladado al hospital del Guasmo Sur, por personal del Departamento de Medicina Legal de la Comisión de Tránsito (según se me informó) para ser depositado en un contenedor, ante la sospecha de que la causa del deceso era el COVID-19. 
Desde el 27 de marzo hasta el 13 de abril, Nayet y sus familiares fueron todos los días al indicado hospital, pidiéndole a la jefa de Admisiones que les entregaran los restos de doña Enriqueta y solo recibieron respuestas confusas. La atormentada nieta hizo su última gestión el 22 de abril, que también resultó infructuosa. 
Ella le contó a la periodista de EL UNIVERSO que gastó $750 en el féretro (que permanece en la sala de su casa) y más de $200 en movilizaciones durante los días de búsqueda. Que cuando intentó localizar el cuerpo de la abuela en los contenedores, solo encontró una “falta de humanidad absoluta”. Observó cadáveres superpuestos sobre otros; unos en fundas cerradas, otros no, pues partes de los cuerpos sobresalían. Sin identificación. Los contenedores estaban sin congelación y solo se hacían funcionar sus motores de enfriamiento cuando se presentaban las autoridades. Hasta afuera del hospital llegaba el olor de la descomposición de los cuerpos. 
De acuerdo con información oficial, habría 133 cuerpos en proceso de identificación a cargo de agentes de Criminalística, antes de su sepultura, tarea que no parece sencilla y podría tomar mucho tiempo. 
El entonces funcionario responsable de la Fuerza de Tarea conjunta para poder enterrar a todas las personas fallecidas por el temible virus, Jorge Wated, reconoció que hubo mal manejo de cadáveres durante esta crisis sanitaria, lo que habría denunciado en la Fiscalía. 
La reconocida desorganización representa una verdadera vulneración de derechos a los deudos de las personas que sucumbieron a la pandemia, pues no han tenido un entierro digno. Esto no puede repetirse y habrá que emular los procedimientos de otros países para la manipulación de las víctimas mortales del COVID-19, que precautelan la preservación de cadáveres inidentificados. 
La BBC Mundo también hizo su investigación sobre la tragedia de aquellos guayaquileños que no encuentran a sus familiares fallecidos durante la pandemia, los “que aún no descansan en paz”. Ese mismo medio resalta que de pedir que alguien recoja a los muertos de sus hogares, han pasado a clamar para que se los devuelvan. 
Por lo narrado es pertinente recordar que la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el caso Blanco Romero y otros vs. Venezuela, dispuso que el Estado debe brindar las condiciones necesarias para ubicar y trasladar los restos de los desaparecidos al lugar de elección de sus familiares y proveerles sepultura digna, sin costo alguno.
*Publicado previamente en el Diario El Universo del día viernes 8 de mayo del 2020.
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