viernes, 25 de julio de 2014

Guayaquil y sus promesas


Jorge G. Alvear Macías


Guayaquil como muchas ciudades encarna promesas. Unas cumplidas, otras por realizar. Las cumplidas, sin duda, han dependido del carácter emprendedor y tesonero del guayaquileño y me refiero al que nació aquí, como al foráneo que decidió venir y al que por el albur del destino llegó y se quedó, sin dejar de amar sus orígenes. Seguramente muchos de los foráneos fueron cautivados por el espíritu citadino alegre, de libertad y lucha; de invitación integradora con espontánea amistad. Todo ello flota en la atmósfera guayaquileña.
Guayaquil ha sido y es creatividad, vocación cosmopolita, compromiso de trabajo fecundo, altruismo y solidaridad, conjugados en un ambiente de paz, logrado en la integración de los inmigrantes de otras provincias. El malecón sur y las calles Pichincha, Pedro Carbo, Eloy Alfaro y sus intersecciones 10 de Agosto, Sucre y Colón son mudos testigos de la labor empresarial de esos inmigrantes. Me refiero al orense, esmeraldeño, fluminense, riobambeño, manabita y ambateño, entre los más numerosos. Al observar el conglomerado diverso, también pienso en las colonias libanesa, china, catalana, italiana y, por cierto, en la colombiana de las últimas décadas. Todos asumieron el pacto no escrito con el progreso individual y de la ciudad, para visibilizarla ante los ojos del mundo.
Tal vez esa fue la visión de Bolívar en su carta del 21 de junio de 1822 a Santander (35 días antes del encuentro con San Martín), cuando lo alertó de la importancia de Guayaquil, como razón para anexarla a Colombia y no renunciar a ella. Ya entonces Guayaquil era promesa de defensa vehemente del derecho de las personas a expresarse; y por ende, a dar la bienvenida a las ideas y su debate.
La ciudad que creció gracias a personas atraídas por el sueño de mejores días, al mismo tiempo se proyectó como ciudad de inmigrantes, posibilidades y competitividad. Destino de individuos emprendedores, quienes esperan que el Estado no frustre sus esfuerzos.
La determinación, perseverancia y optimismo de los guayaquileños están inmersos en el modelo de desarrollo de su ciudad, reconocido nacional e internacionalmente. Tales características se han reiterado en la historia de la ciudad, pues ni los piratas de allende los mares, incendios, epidemias, los graves daños por fenómenos climáticos, ni las perversas administraciones municipales de los piratas de tarima, ni los recientes cercenamientos territoriales de la provincia de la que Guayaquil es capital, han logrado desalojar el espíritu libérrimo del generoso corazón de los guayaquileños.
La ciudad se ha enrumbado hacia un sitial entre las mejores ciudades para vivir en Ecuador; y, tal vez algún día cercano, Guayaquil podrá estar en el mejor ranking de Latinoamérica. Hacia allá deben sumarse todos los esfuerzos de las autoridades nacionales y locales.
Estudios especializados de la empresa Mercer indican que las ciudades de preferencia de la gente sobresalen por los buenos servicios de salud, infraestructura y los centros recreativos de buen nivel. Claro, también gozan de estabilidad política y niveles relativamente bajos de delincuencia. Lugares en donde los residentes y visitantes se sientan a salvo y seguros.
Hoy, 25 de julio, prometámosle a Guayaquil nuestros esfuerzos mancomunados con las autoridades, para lograr que sea mejor valorada en las razones para vivir en ella, visitarla y hacer negocios.

*Publicado originalmente en el diario El Universo, el viernes 25 de julio del 2014.

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