viernes, 15 de febrero de 2013

A elegir


Jorge Alvear Macíasjorgalve@yahoo.com 

El próximo domingo tendremos la oportunidad de elegir presidente y asambleístas. Algunos seguramente tomaron su decisión meses atrás, otros lo harán en las horas previas al sufragio.

A un importante segmento de electores le será complicado establecer los candidatos que merecen el voto, dada la corta campaña que resultó perjudicial para la promoción de postulantes no gobiernistas, principalmente. Además de las limitaciones impuestas sobre la propaganda de estos candidatos. A esto se suma la grave duda sobre la limpieza del proceso electoral.

Se han reiterado como en otros procesos eleccionarios, las quejas del electorado más sencillo sobre la falta de información. Otra vez estuvieron presentes los ofrecimientos de ciertos candidatos, buscando seducirlos y con medios no todos legales.

Tal vez no estarán ausentes los acuerdos expresos o tácitos en las alianzas, con inconfesables transacciones. Algunas no serán cumplidas y por tanto se pudieran descubrir. Tal como se descubrió la tratativa en torno a la cual se exhibieron fotografías con niños, para atestiguar que en efecto existió el “compromiso de caballeros”.

La política no es así en todos lados. Por cierto, su decente ejercicio depende de electores exigentes. Del grado de cautela y obviamente de la información que dispongan los ciudadanos. Así, el sufragio no se reduce a elegir al candidato que luce menos malo.

El elector tiene la obligación de dudar de aquellos que ofrecen, por ejemplo, fuentes de trabajo con lenguaje fabricado sin detalles elementales que expliquen “el cómo”. Ofrecer el cambio por el cambio, sin respaldo de una concreta experiencia, resulta cínico, además de irrespetar la inteligencia. La promesa de eliminar la pobreza sin un programa concreto, pudiere resultar en un doloroso fiasco.

La historia está llena de referencias sobre políticos que confundieron la popularidad con el poder… de los que intentaron obtener votos dividiendo al pueblo, con inquinas o animadversiones.

Es tiempo de apoyar candidaturas que ofrezcan y defiendan la honestidad. Escoger al que puede combatir la corrupción sin contemplaciones, incluso dentro de su entorno si fuere el caso. Al que se haya liberado de arrogancia y tenga la humildad de reconocer sus equivocaciones. Que sea permeable a las críticas y al pensamiento distinto. Que busque la unidad de los ecuatorianos.

La dura realidad de la imagen del país, obliga a recuperar la confianza en la política, en el gobierno, en el Estado. Necesitamos que las instituciones democráticas funcionen. Necesitamos un presidente y asambleístas que permitan su funcionamiento, siempre en el marco del equilibrio y de la independencia de las funciones del Estado, ahora inexistentes.

Aunque suene trillado: los representantes de la ciudadanía, requieren de principios éticos sólidos. El pasado lejano y reciente ha demostrado esa carencia lamentable en ciertos funcionarios públicos, confrontados con la mentira y la manipulación, que utilizaron para escudar debilidades o encubrir verdades incómodas.

Al presidente le corresponde liderar la transparencia y eficiencia en el manejo de la administración pública. Estar consciente de que los colaboradores no pueden improvisarse, en cargos que urgen conocimiento y hasta experiencia. Improvisar en esa circunstancia significa experimentar con la suerte ajena.

Entonces, a elegir al candidato que se exhiba como real demócrata. Conocido por su honestidad, equilibrado, verosímil y recatado.

*Publicado en el diario El Universo el día viernes 15 de febrero de 2013.

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