Jorge G. Alvear Macías
No debería sorprender el estado de excepción decretado para todo el territorio nacional, suspendiendo las garantías constitucionales más importantes, sin observar los principios constitucionales: de necesidad, proporcionalidad, legalidad, temporalidad, territorialidad y razonabilidad. Sin que medie desastre natural alguno, extendido a las lejanas islas Galápagos y en momentos de descontento ciudadano.
La próxima Carta Fundamental tendrá que prevenir los excesos en el ejercicio de la facultad para decretar estados de excepción, estableciendo responsabilidades. Además, precaver los graves dislates del texto vigente. ¡Sí, estimado lector, una nueva Constitución!
Para ello no debemos olvidar estos extravagantes años de “revolución ciudadana”. Una nueva Constitución (cada día se suman voces que la exigen), empezando por escoger a ciudadanos idóneos que no acepten que les hagan la tarea, que salvo valiosas excepciones estuvieron ausentes en Montecristi.
Recordar que en la redacción de la Carta incidió una combinación de fanfarria, ingenuidad, improvisación, desfachatada manipulación extranjera y desde Carondelet; acuerdos mezquinos para doblegar el espíritu autonómico e influencia de esta urbe; ofrecimientos que entrañaron engaños; negligencias; nebulosa concepción de principios; innecesarios desdoblamientos lingüísticos por reivindicaciones de género; y, léxico lírico sino ambiguo de hueco contenido. La deficiente técnica jurídica en numerosos apartados sembró contradicciones entre la dogmática y orgánica del estatuto constitucional. Por un lado se construyó una extraordinaria fuente de derechos, y por otro, una siniestra estructura concentradora de poderes que impide su ejercicio. Seguir leyendo: http://tinyurl.com/p7kesjx
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