Jorge G. Alvear Macías
@jorgalve
Finalmente recibimos la esperada y postergada visita de doña Roberta Jacobson, secretaria de Estado adjunta para el Hemisferio Occidental, de Estados Unidos. Desafortunados eventos y desatinadas declaraciones desde este lado habrían abonado para diferirla. Su reunión con el canciller ecuatoriano era necesaria para intentar recomponer las relaciones de ambos gobiernos.
El canciller inicialmente manifestó que la tertulia fue cordial y de mutuo respeto, con el logro de acuerdos para combatir el crimen internacional, especialmente el narcotráfico y el traslado ilegal de personas. Luego mencionó que dialogaron sobre cooperación, migración, asuntos comerciales, extradiciones y la supuesta participación de la CIA en el bombardeo al campamento de las FARC en territorio nacional (2008). Pero posteriormente expresó que la funcionaria estadounidense entregó “insuficiente información” sobre dicho bombardeo.
Entre los anuncios destaca la decisión de fortalecer el comercio. Según el diario La República, este año acumulará transacciones por aproximadamente 19.000 millones de dólares, récord en la balanza comercial. Algo significativo pese a las tensas relaciones diplomáticas, pues somos la parte más interesada. Lamentablemente, el manejo político no apuntala la relación comercial ni se avizoran variantes. Lo hacen prever las anotadas declaraciones de insatisfacción del canciller.
Además, al Gobierno ecuatoriano le causa molestia cáustica una supuesta insistencia de Estados Unidos en elaborar informes de terceros países –incluido Ecuador– sobre el atropello de los derechos humanos, olvidándose de que en esta materia los estados están bajo la legítima lupa internacional.
Así, ¿cómo entender posible que tal ambiente hostil favorezca la asistencia en materia de desarrollo científico y tecnológico para las universidades ecuatorianas, solicitada a la señora Jacobson? Sin olvidar la expulsión de la Usaid y el soberbio rechazo a su ayuda durante 50 años.
Si bien la funcionaria anticipó que venía a impulsar la educación entre otros temas de colaboración, se presume que convencionalismos diplomáticos le impidieron anunciar otros objetivos. Es que en Estados Unidos existe preocupación por el estado de nuestras instituciones democráticas y la afectación de los derechos fundamentales. Algo importantísimo para los estadounidenses en su concepto de respeto a los derechos civiles. Indudablemente les alarma la agresión a la libertad de expresión, que el embajador Adam Namm experimentó en carne propia, cuando por haber participado en un evento conmemorativo de la libertad de expresión y escrito una frase en un mural, el presidente lo calificó de ‘metidito’ y ‘malcriadito’.
Sin duda, doña Roberta estaba enterada de la represión en las recientes protestas estudiantiles y la escandalosa resolución de la Corte Constitucional que permitirá la reelección indefinida del presidente, y el encasillamiento de la comunicación como un servicio público. Además, advertida por Freedom House de la calificación de Ecuador (2014) como Parcialmente Libre en el índice de Libertad en el Mundo y No-Libre en el índice de Libertad de Prensa. Situación colisionante con los postulados de libertad del gobierno demócrata del presidente Obama y del pueblo norteamericano.
El presidente estadounidense ha sostenido que la democracia es más que elecciones, y una sociedad democrática necesita de la presencia de la prensa libre que informe con independencia, libre de intimidación. Estos conceptos pesan en las relaciones de Estados Unidos con cualquier país y la señora Jacobson sabe que debe anteponerlos en encuentros cordiales y respetuosos como el comentado.
*Publicado originalmente en el Diario El Universo el día viernes 7 de noviembre del 2014
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