Jorge G. Alvear Macías
¿Cómo ubicarán dentro de Alianza PAIS a los responsables del revés del domingo 23 de febrero? Sin duda será difícil. Afuera de esa tienda política hay más claridad. Aparece el presidente Correa como el determinante, desde que asumió como propia la campaña de los candidatos oficialistas.
Él ha sostenido que AP triunfó y que lo confirma el número de alcaldías y prefecturas obtenidas por ese movimiento y por movimientos afines. Sin embargo admitió errores y culpó de “sectarios” a miembros de su organización política, por no haber efectuado alianzas (había escrito en Twitter: “...Sólo la 35 es Alianza País, la lista de la Revolución Ciudadana”). En consecuencia veremos nuevos rostros en ministerios y en dirigencias provinciales de AP, y acercamientos con alcaldes.
Lo real es que AP no logró tomarse las alcaldías de las ciudades con más electores. Ello fue calificado como pérdida por la agencia de noticias internacionales Reuters: “El movimiento político del presidente Rafael Correa perdió el domingo las alcaldías en las tres mayores ciudades de Ecuador (…), en un revés que el mandatario reconoció como un error y que lo llevó a anticipar problemas de gobernabilidad en el país sudamericano (…)”.
La agencia acotó que la derrota reflejaría un descontento por la intromisión del presidente en la autonomía de los gobiernos locales y por la manera como confronta con sus contrincantes.
Lo anterior resume que la gestión y el estilo de gobierno precisan revisión; y no parece que sea parte de la solución culpar a todos los dirigentes y asambleístas representantes en donde se perdieron elecciones, ni a los ministros y ministras que participaron en el proselitismo, con excepción de “los sectarios”.
Es claro que la publicidad gubernamental atosigó al elector. Molestó la desigualdad de promoción con que se sometió a los candidatos no oficialistas, además de la falta de imparcialidad del CNE.
Lo ocurrido en Cuenca tiene alguna relación con el contexto anotado, pero con responsabilidad compartida con los “sectarios” de la élite local de AP, que detenta gran cuota de poder. Sin embargo, no debe ignorarse que la ciudad, cuna de gentes ilustradas, de modales apropiados y amantes de la libertad –como en otras ciudades– sí valora la infraestructura vial y la gestión positiva del Gobierno, pero no a costa de la dignidad ni sacrificando la racional tolerancia democrática. Alguien decía, si tuviera que ponerme en los zapatos de los dirigentes morlacos de AP, me defendería con la caricatura de Bonil, publicada por EL UNIVERSO el pasado martes; pero a la flecha la pintaría de color verde fosforescente y le pondría un corcho en la punta.
No hay que descartar entre las causas al discurso agresivo e intimidante, ni a la restricción de la libertad de expresión con leyes antidemocráticas que conllevan discrecional aplicación.
Pero sin duda la presencia del presidente en la promoción es lo que más afectó negativamente. Osvaldo Hurtado la describió como el “abrazo del oso” que asfixió al “recomendado”. En algo coincidió con Jacinto Velázquez, quien observó como lógico que cada candidato cargue con el peso de su propia antipatía, mas no con la que le sumó el presidente. Al alcalde Barrera el abrazo lo dejó sin aire. Flaco favor.
*Publicado originalmente en el diario El Universo el día viernes 28 de febrero del 2014.
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