viernes, 11 de octubre de 2013

La ‘retórica’ de doña Gabriela

Jorge G. Alvear Macías




No voy a reproducir la maldición que expresó la señora presidenta de la Asamblea, la semana pasada, utilizando parte de la letra de una canción de connotación grosera, excluyente, impropia y que incentiva el odio. Pero comentaré el contexto discursivo en el que doña Gabriela lanzó tamaña imprecación, con la fuerza de un ventilador gigante y de gran alcance.

En efecto, ella recordaba “…que en nuestra historia pocos han tenido mucho y somos muchos los que no hemos tenido nada”. También reflexionó que en la Asamblea los asambleístas están obligados a ser la voz de la mayoría del pueblo ecuatoriano.


Sobre lo primero, todos debemos coincidir con ella en que un Estado pobre y sin recursos naturales, no puede atender las necesidades de los ciudadanos, salvo que los gobernantes tengan la visión de alentar el emprendimiento y la confianza en las capacidades individuales para lograr superación. Si los gobernantes no creen en esas capacidades, tienen serios problemas en medio de la carencia de recursos naturales y, por supuesto, tendrá que enfrentarlos como se deben enfrentar los problemas, con sensatez y apoyo de la ciudadanía.
Sobre la segunda afirmación de la señora presidenta, pienso que se equivoca. Los asambleístas deben ser la voz de todos los ecuatorianos, no solo de la mayoría. Todos deben tener un pan en su mesa. Consecuentemente, ella está obligada a ser la voz de todos, no de una parte. Esto, por cierto, le impone utilizar la retórica en su sentido genuino: “Arte de bien decir, de dar al lenguaje escrito o hablado eficacia bastante para deleitar, persuadir o conmover”. Los despectivos son usos impropios del indicado arte.

Lo anterior me lleva a recordar que entre las múltiples recomendaciones elaboradas para los políticos (entiendo que la Presidencia de la República es la meta de doña Gabriela), se incluyen: “El político debe ser un líder en el que la sociedad pueda confiar” y hay que entenderlo como la confianza de toda la sociedad. Debe ser prudente, lo que sugiere estar próximo a la sensatez y abarcar aquello “a lo que realmente pueda dar una respuesta eficaz”. ¿Es sensato para resolver un problema de pobreza utilizar un discurso de odio y discriminatorio que la misma Constitución prohíbe y la ley penaliza? Estimo que no.

También se recomienda al político (yo diría que al no contaminado) que desarrolle astucia, pues necesita ser cauteloso en sus relaciones sociales. Precisa “saber cómo y cuándo decir las cosas”. No se trata de engañar, pero sí de evitar ser engañado.

Entre las recomendaciones, la responsabilidad es muy importante. Esto es, debe estar consciente de que siempre tendrá que responder ante alguien y de algo, por sus actos y consecuencias.

Al buscar ser persuasivo, no es suficiente el gran dominio del lenguaje y la habilidad para explicar las cosas. Debe ser respetuoso, razonable y presentar argumentos honestos y fiables.

Estimo que doña Gabriela tiene un “plus” para continuar su prometedora carrera política, joven dama de rostro atractivo y buena dicción, pero las imprecaciones gruesas sin duda afectan su glamour.

Si se ha ofrecido un relevo generacional, debería ser para despojarnos de los defectos del pasado, no para reciclarlos.

*Publicado en el diario El Universo, el viernes 11 de octubre de 2013.

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