Jorge G. Alvear Macías
¿Cómo hacerlo si un texto legal limita el flujo de la información y el órgano encargado de determinar las infracciones aparenta estar controlado por el mismo poder? Y yo pedí precisión a las preguntas. La persona respondió: me refiero al poder público, al político e institucional. Al legítimo, al usurpado, al cínico, al elegido y al falsamente popular.
Otras preguntas vinieron: ¿Cómo defenderse del embuste, irresponsabilidad en el derroche de fondos públicos, dispendiosas celebraciones y burocracia innecesaria, desmesurado parque automotor para uso oficial, contratación de obras y remodelaciones de costos excesivos, la represión y el engaño electoral? ¿Cómo vencer las causas de la impotencia ciudadana? ¿Existen alternativas ante una ilusoria democracia? ¿Se podrá evitar la consolidación de un sistema perverso que facilita los caprichos del poder?
Mientras las interrogantes podían abrumarme, repasaba las experiencias trágicas de Rusia, Libia, Yugoslavia, China, Siria, Cuba, España, Uganda, Nicaragua, Panamá, Venezuela, Brasil, Perú, Uruguay, Paraguay, Argentina, Bolivia y Chile. Sus gobiernos, en algún momento, pretendieron convertir a los ciudadanos en siervos, adueñándose de sus cuerpos y mentes. Se rodearon de especialistas en generar miedo y el miedo paraliza física y mentalmente.