viernes, 10 de mayo de 2013

Diplomacia


Jorge Alvear Macíasjorgalve@yahoo.com 



Recientemente el embajador Adam Namm dijo: “El gobierno de los Estados Unidos continuará manteniendo su posición en defensa de la libertad de expresión como un derecho humano universal. El respeto y la tolerancia son los cimientos de las sociedades libres”.
Lo anterior ocurrió luego de que autoridades del Gobierno lo criticaron por asistir a la conmemoración del Día de la Libertad de Prensa, en la sede de la Unión Nacional de Periodistas (UNP). Además por escribir en un mural la frase de Thomas Jefferson: “La única seguridad para todos es una prensa libre”. Se ha dicho que dado “el rol político asumido por el gremio” frente al Gobierno, la asistencia de Mr. Namm habría dejado un mensaje con claro contenido político.
Su presencia y el grafiti también han sido comentados por ciudadanos comunes, unos los consideran provocadores. Entre ellos, apreciados amigos con los que comparto el café del mediodía. Sin embargo, otros ciudadanos estiman que la actuación del diplomático fue coherente y apropiada.
Ahora bien, el contexto y otras informaciones también me permiten estas lecturas:

-Sin duda, la presencia del embajador estuvo autorizada por sus superiores, incluida la frase del mural.

-Sus superiores consideraron que su asistencia al evento y lo que escribió, no infringía el artículo 41 de la Convención de Viena, pues no comportaban injerencias en asuntos internos del Estado ecuatoriano.

-Que Estados Unidos de Norteamérica sigue, consistentemente, una doctrina que contiene un nuevo paradigma para la diplomacia. El paradigma involucra el esfuerzo de la diplomacia de todos los países democráticos, para apoyar a ciudadanos de otros estados, en iniciativas para mejorar la democracia. Ello permite intercambiar valores y conocimientos prácticos, bajo la idea de que la misma sociedad civil debe construir su democracia.

Lo colegido encuentra apoyo en el “ Manual del Diplomático para la ayuda al desarrollo de la democracia”. Fue publicado por la Comunidad de las Democracias, con ayuda de prestigiados diplomáticos en servicio activo y pasivo, apoyados por organizaciones no gubernamentales, entre ellas la Universidad de Princeton. También por el Departamento de Estado de Estados Unidos, el Gobierno de Chile, la India, Marruecos y Canadá. Los 125 servicios diplomáticos representados en la Comunidad, disponen del manual.
La Comunidad de las Democracias, promueve el fortalecimiento de las instituciones democráticas en el mundo, bajo la premisa de que las sociedades democráticas emergentes o ya establecidas, deben cooperar para defenderse y fortalecerse mutuamente. De Latinoamérica, El Salvador, México y Chile conforman la organización.
El Manual explica que son arcaicas las relaciones diplomáticas establecidas estrictamente de Estado a Estado, con transacciones privadas entre diplomáticos y funcionarios gubernamentales. Actualmente funciona mejor la diplomacia pública y con semblante más humano. Terminaron los tiempos de las embajadas preocupadas únicamente de mantener “buenas relaciones” con el gobierno anfitrión, sin considerar su ejercicio.
La tendencia es construir relaciones directas con los ciudadanos y no solo con los representantes del país anfitrión. Así se promueve y facilita la defensa de derechos de las personas. Es un reconocimiento al “derecho a ser ayudado” y al “derecho a ayudar.” Obviamente, los gobiernos autoritarios rechazan esa forma de contacto directo entre diplomacia y ciudadanía.
En definitiva está vigente la moderna diplomacia democrática. Y una de sus reglas de oro es: escuchar, respetar y comprender.
*Publicado en el Diario El Universo, el viernes 10 de mayo del 2013.

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