sábado, 6 de junio de 2020

Protestas en Estados Unidos y COVID-19

Jorge G. Alvear Macías
Desconocía el nivel de discriminación subyacente en comunidades de Estados Unidos de Norteamérica, un gran país por décadas referente de la democracia. No se trata solo de discriminación racial; habría xenofobia -aquel desprecio o desconfianza- al extranjero o extraño a la identidad de la colectividad, de la sociedad o del país. Esa desconfianza permanece, después de 155 años de la Guerra de Secesión, entre los propios estadounidenses.
Por un familiar conocí la anécdota de su compañero de colegio, hijo de un estadounidense, que creció en Guayaquil, con características caucásicas de un típico “gringo colorado”. Él viaja como agente vendedor dentro del Estado sureño de Georgia: “Donde quiera que vaya me reciben afectuosamente, pero todo cambia cuando empiezo a hablar mi inglés con marcado acento latino. En ese momento dejo de ser de la comunidad…”.
Pero fueron las declaraciones del expresidente George W. Bush Jr. en esta semana, a propósito de las violentas protestas contra la discriminación racial en Estados Unidos, las que me hicieron reflexionar sobre ese lamentable fenómeno social. Además eran movilizaciones multitudinarias en más de 70 ciudades, en las que desgraciadamente hubo saqueos y destrucción de bienes, evidenciando participación de agitadores, según reportaron autoridades policiales de ciudades afectadas.
Bush expresó que él y su esposa están angustiados y perturbados por la muerte de George Floyd, un afroamericano que fue estrangulado de forma brutal por policías de la ciudad de Minneápolis (Minnesota), al punto que hizo un llamado a sus compatriotas para que examinen tales “trágicos fracasos” y al mismo tiempo les pidió: “Es hora de que escuchemos”. Calificó de fracaso sorprendente que muchos afroamericanos, especialmente jóvenes, sean acosados ​​y amenazados en su país.
Sin duda las movilizaciones no debieron ser cosa menor, cuando algunos gobernadores y alcaldes han sido muy cautos en la represión, lo que les trajo críticas de la ciudadanía atemorizada o afectada por el saqueo o destrucción de sus propiedades, incluso las de Trump.
Pese a lo ocurrido, es de esperar que el pueblo estadounidense rescate algo positivo de la absurda muerte de George Floyd, que atónitos atestiguamos en las redes sociales. Es necesario señalar que el estallido social de dimensión nacional se debió aparentemente a la equivocada decisión de no imputar cargos criminales a los policías que traicionaron sus deberes de servir; salvaguardar vidas y propiedades; proteger a los inocentes contra el engaño, a los débiles contra la opresión o la intimidación, y a los pacíficos contra la violencia o el desorden; y respetar los derechos constitucionales a la libertad, igualdad y justicia. (Código de Ética del Departamento de Policía de Minneápolis). Sin embargo, a la ira de la población afrodescendiente y de otras etnias, incluida la blanca, se habrían sumado efectos imprevistos del confinamiento obligatorio por el COVID-19: estrés, falta de ingresos, miedo, angustia, frustración e incertidumbre. Algo que no había ocurrido antes. Y podría ocurrir también en nuestro país. (O)
*Publicado previamente en el Diario El universo el día sábado 6 de junio de 2020.
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