Jorge G. Alvear Macías
En el Perú, en las elecciones del 2016 –segunda vuelta–, la izquierda hubo de decidir su apoyo frente a dos opciones, ambas de derecha. Entonces escogió una, en vez de abstenerse; obviamente, descartó la identificada con el fujimorismo. Un similar dilema tiene la izquierda ecuatoriana, porque el correísmo, pese a haber aplicado un modelo económico diferente al fujimorista (estatista el uno y neoliberal el otro), se equipara con el fujimorismo violador de derechos humanos y corrupto.
Allá en el Perú, la principal coalición de organizaciones de izquierda pidió el voto de sus seguidores para el actual presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK). Lo hizo a pocos días de los comicios, cuando las encuestas daban como favorita a Keiko Fujimori, hija del encarcelado expresidente. En efecto, la candidata socialista Verónika Mendoza –que no llegó a la final– le recordó a la militancia que Keiko Fujimori estaba rodeada de procesados por corrupción y vínculos con el narcotráfico.
El apoyo de Mendoza a Kuczynski fue concretado a pesar de la dura campaña e intercambio de agresivas expresiones entre ellos, en la primera vuelta. La líder de izquierda razonó su apoyo a PPK, explicando que no quería que sus hijos “vivan en un país de corrupción, drogas y violencia (…), por eso Keiko no va…”.
LÉA MÁS:
*Publicado originalmente en el diario El Universo, el día viernes 3 de marzo del 2017.
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