Al momento que escribo esta columna, parecería un hecho la elección de miembros de la Asamblea Constituyente en Venezuela, del próximo domingo 30 de julio. Todo indica que Maduro no ha escuchado los múltiples pedidos internos y externos de suspender el acto electoral. Como se conoce, fue él el impulsor, saltándose el referéndum que impone la Constitución de ese país. El mecanismo comicial diseñado por el oficialismo le asegura control total en la Asamblea para cambiar la Constitución, con los objetivos no confesados por el mandatario. Solo ha anticipado, sin precisión, que las reformas ayudarán a construir una paz verdadera, aislando a los grupos violentos y para acentuar los valores de la justicia; perfeccionar un sistema económico con un modelo pospetrolero; anexar a la Constitución las misiones sociales en salud, educación y vivienda; la seguridad y justicia, la defensa de la soberanía popular para enfrentar el intervencionismo. Frases sin contenido que ya ha utilizado varias veces. Los analistas no alineados al chavismo sospechan que Maduro intenta anular el poder de la oposición en la función Legislativa; y, por tanto, inutilizar el necesario contrapeso a su gestión. Establecerá su dictadura con un ropaje constitucional.
*Publicado en el diario El Universo el día viernes 28 de julio del 2017