viernes, 9 de enero de 2015

Nefasta intolerancia

Jorge G. Alvear Macías


Coincido con Francesc de Carreras, columnista del diario El País, en que el ataque al semanario Charlie Hebdo en París fue la manifestación de fanáticos agrediendo valores de la civilización occidental a la que pertenecemos millones de personas. Es erróneo encontrar la causa en la religión musulmana, pues en todas las creencias pueden generarse actitudes extremistas. La historia registra múltiples ejemplos en lo religioso e ideológico.
El núcleo de lo acontecido en la “ciudad luz” es la intolerancia llevada al extremo de masacrar a quienes ejercitaban la libertad de expresión de su pensamiento y a dos policías. Así, los extremistas violentaron principios democráticos de convivencia civilizada, logrados con mucho esfuerzo por la humanidad que siempre buscó seguridad y paz. Lo irónico del execrable acto es que haya ocurrido precisamente en la sociedad francesa, orgullosa de un legado a la humanidad basado en la razón, la igualdad, la libertad en su más amplio espectro y la fraternidad, originado en su revolución de 1789.
Era de esperarse entonces, que el pueblo francés haya salido a protestar contra esa barbarie que ha horrorizado al mundo. ¿Qué otra respuesta merece tamaña incivilidad? Basta revisar las gráficas de las oficinas de la revista Charlie Hebdo después del atentado. Aparecen charcos de sangre, paredes y papeles ensangrentados, luego de que dos islámicos asesinaron con ráfagas de balas de fusiles AK-47 a diez colaboradores del medio y a dos policías. Se han mencionado motivaciones religiosas, pero nada justifica tal acción criminal. 

Por ello se entiende que el presidente francés, François Hollande (socialista), y su predecesor, Nicolas Sarkozy (conservador), invocaran conjuntamente la unidad de los franceses tras el mortal atentado. Aparece necesaria para defender el ideal de la República y la paz, “frente a los que la pretenden atacar matando periodistas y policías”, dijo Hollande, recordando que “Francia ha sido atacada en su corazón, en su capital, en un lugar donde soplaba un viento de libertad, y por tanto, de resistencia” ¿No es también un recordatorio para países, como el nuestro, que han visto menguada su libertad con ataques que incluyen a periodistas y caricaturistas?

Para Sarkozy, el grave ataque va más allá del riesgo a la democracia o la República. Involucra a la civilización misma.


Algo ejemplar. Dos líderes ideológicamente contrapuestos, tomaron la racional postura de repudiar la intolerancia por el bien de la democracia, la República y la civilización. En defensa de la libertad de expresión, cuyo valor intrínseco no está en comunicar las cosas que al poder o la gente le gusta oír, sino en la libertad de transmitir noticias y opiniones que pudieren desagradar a los gobernantes e incluso perturbar a la gente común.
A propósito de lo anterior y con relación al lamentable deceso de una popular cantante, reitero mi preocupación ante la presión que recibe la Función Judicial por parte de altas autoridades del Estado. Esto lesiona los principios de independencia y presunción de inocencia, presunción que solo puede ser destruida en sentencia, en un debido proceso, de acuerdo a la naturaleza del delito que se hubiere establecido en la correspondiente instrucción fiscal; y, si fueren dos instrucciones tramitadas conjuntamente, como sería el caso, con el archivo de aquella en que no se hubiere establecido el delito.






*Publicado originalmente en el diario El Universo el día viernes 9 de enero del 2015.


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