viernes, 10 de septiembre de 2010

Semillero de vicios

Jorge Alvear Macías

La entrevista que le hiciera este Diario al ministro Gustavo Jalkh permite colegir que los esfuerzos del Gobierno para enfrentar la delincuencia no han resultado tan efectivos para detenerla. Tal vez esas acciones debieran complementarse con otras provenientes de la ciudadanía. De nada sirve el consuelo de que en otros países la inseguridad es peor. ¿Por qué no acuerdan acciones y trabajan juntos el Gobierno central y los municipios?, pero de verdad, dejando atrás la retórica cansina, cínica y calculada. El Estado no puede someternos a la indefensión de nuestras vidas y bienes.

La inseguridad concierne a todos, agobia por igual a todos los estratos de la sociedad y cada ciudadano tiene la responsabilidad y el derecho de escoger si es parte de la solución o del problema. La inseguridad podría ser la causa de fuga de capitales y pérdida de empleos. Según se me ha informado, en los actuales momentos las plazas de trabajo que más se ofertan son las de guardianía y ello resulta oprobioso.

En Guayaquil, por ejemplo, nuestro Alcalde junto a los gremios de la producción, deberían liderar encuentros en que participen representantes de los barrios y de la seguridad del Estado para evaluar el flagelo y discutir las propuestas de solución. Esta medida básica funcionó en el pasado para acometer otros problemas.

En las reuniones que sugiero, bien podría confirmarse, por ejemplo, si tuvo razón de ser o agravó el problema de la desprotección, la decisión gubernamental de desarmar a los guardias metropolitanos, privados o a los ciudadanos que portaban armas para protegerse en sus actividades lícitas.

Allí podrían conocerse propuestas apropiadas para eliminar los semilleros de vicios, antesalas de la delincuencia y del crimen organizado, como es la permanencia en las calles de los niños trabajadores o niños mendigos. Esta situación es sumamente grave y la sociedad está cerrando los ojos ante ella.

Son miles de “pequeños trabajadores” deambulando entre calles y avenidas, entre los autos y subiendo a los buses, exponiendo su vida y truncando su futuro. Muchos lo hacen forzados por sus padres, por las necesidades de la familia que los obliga a convertirse en proveedores. Así se inician, pero luego un número importante integrará grupos delincuenciales dirigidos por adultos. Esto podría confirmarse también en las reuniones antes indicadas.

Es información confirmada, que entre las causas que mantienen a los niños en las calles está una sociedad que los alienta, entorpeciendo la labor de entidades privadas y del Gobierno que luchan por erradicar el problema.

Es indudable que somos nosotros los que hacemos que estos niños proliferen en las calles, con las monedas que les damos cuando limpian los parabrisas, venden caramelos, lustran nuestro calzado, hacen acrobacias, cantan en los buses, venden botellas de agua, o simplemente piden dinero.

Si continuamos actuando así, la problemática de seguridad no tendrá solución. Para los padres o cuidadores de los niños se mantendrá el negocio lucrativo y la explotación de ellos. Nuestro espíritu caritativo o “buena voluntad” estará condenándolos a ser parte del semillero de vicios y negándoles un futuro distinto.

 *Publicado en el Diario El Universo, viernes 10 de septiembre del 2010

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