viernes, 1 de mayo de 2015

Por el bien común

Jorge G. Alvear Macías




Este 1 de mayo del 2015, tradicionalmente conmemorado en todo el mundo como el Día Internacional del Trabajador en homenaje a los llamados Mártires de Chicago de 1886, además propicia la oportunidad para que un gobierno democrático escuche los mensajes de descontento y preocupación de la población que, marchando o no, han sido expresados de distinta manera y por diferentes canales.
Los asesores, que usualmente están cerca de los oídos de un presidente, deben advertirle cuando no están presentes las circunstancias favorables para continuar imponiendo un modelo de gobierno que provoca resistencias.
Muchas de las voces críticas razón tendrán en sus temores por el desmejoramiento de las condiciones de las finanzas públicas y sus incidencias sobre las familias ecuatorianas. Los líderes de los jubilados, de los sectores sindicales y empresariales han manifestado su pesimismo por las recientes reformas que introdujo la Ley de Justicia Laboral. Exigen repensarlas y rectificarlas. Los discursos simplistas de reiterar que el país tiene una de las tasas más bajas de desempleo de la región y los más altos salarios, así como la posible incorporación de miles de amas de casa al IESS para fortalecer sus finanzas, no bastan para infundir calma frente a un futuro económico amenazante o incierto, algo que revertiría tales estadísticas o empeoraría la calidad de vida de los ecuatorianos.

Sin embargo, muchas opiniones vertidas en los distintos medios de comunicación no esperan que dichas expresiones de protesta sean consideradas y valoradas por las altas autoridades del Estado en su justa dimensión. Desconfían de que desde el Gobierno se las recibirá con respeto y seriedad. Temen que se las minimice y ultraje la dignidad de los dirigentes. Se sospecha que se ofenderá la inteligencia ciudadana con declaraciones cínicas y poco elaboradas.
Desafortunadamente, una jornada como la de hoy no es vista, en algunos casos, como propicia para construir un clima apropiado de armonía y unidad para enfrentar la dura crisis, que se da por cierta mientras no se recuperen los precios del petróleo o intervenga decididamente la gestión empresarial con nuevas y grandes inversiones privadas que generen trabajo y productividad. Tal es la desconfianza de algunos ciudadanos entrevistados en ciertas radioemisoras, que no esperan rectificaciones gubernamentales y es lamentable que ello acontezca. Y gobernar es hacer creer, habría afirmado el célebre Nicolás Maquiavelo.
Muchos desconfían de las ideas fijas de las autoridades y de sus decisiones tomadas improvisadamente. En las actuales circunstancias hay quienes también recelan de la manipulación como política de Estado, en que se ofrece mucho a uno y a todos, para pedir tregua a cambio y luego continuar para alcanzar propósitos inconfesables. La política del fin justifica los medios.
Desde esta columna abrigamos la esperanza de que las expresiones de los manifestantes sean pacíficas, libres y genuinas. Sin temor. Que las personas defiendan sus personales y colectivos intereses, sin permitir que los manipulen. Que se obre de acuerdo a la realidad y por el bien común, no en función de ideologías ni de sectarismos.

*Publicado originalmente en el Diario El Universo el día viernes 1 de mayo del 2015.




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