viernes, 2 de agosto de 2013

¿Cómo defenderse del poder?

Jorge G. Alvear Macías

@jorgalve



¿Cómo hacerlo si un texto legal limita el flujo de la información y el órgano encargado de determinar las infracciones aparenta estar controlado por el mismo poder? Y yo pedí precisión a las preguntas. La persona respondió: me refiero al poder público, al político e institucional. Al legítimo, al usurpado, al cínico, al elegido y al falsamente popular.
Otras preguntas vinieron: ¿Cómo defenderse del embuste, irresponsabilidad en el derroche de fondos públicos, dispendiosas celebraciones y burocracia innecesaria, desmesurado parque automotor para uso oficial, contratación de obras y remodelaciones de costos excesivos, la represión y el engaño electoral? ¿Cómo vencer las causas de la impotencia ciudadana? ¿Existen alternativas ante una ilusoria democracia? ¿Se podrá evitar la consolidación de un sistema perverso que facilita los caprichos del poder?
Mientras las interrogantes podían abrumarme, repasaba las experiencias trágicas de Rusia, Libia, Yugoslavia, China, Siria, Cuba, España, Uganda, Nicaragua, Panamá, Venezuela, Brasil, Perú, Uruguay, Paraguay, Argentina, Bolivia y Chile. Sus gobiernos, en algún momento, pretendieron convertir a los ciudadanos en siervos, adueñándose de sus cuerpos y mentes. Se rodearon de especialistas en generar miedo y el miedo paraliza física y mentalmente.
Cavilaba que el más grave efecto del miedo puede conducir a la ciudadanía a rechazar a quienes hablan de libertad. Un atemorizado individuo podría creer que no es buena idea para los negocios y el buen vivir hablar de libertad, o que alguien de la familia podría perder su puesto en la Corte… en el “Ministerio de la Felicidad y de la Hermandad”.
Ponderaba que un gobernante cuando impone leyes, administra el Estado sin frenos, maneja justicia y recarga tributos a voluntad, está situado en el lado contrario al constitucionalismo, aunque, en apariencia, se amolde a la Constitución y hasta exhiba su edición de bolsillo, como lo hacía Chávez.
En mi íntimo espacio, rumié: ¡Tampoco es que hemos llegado a las circunstancias del franquismo que impuso el silencio para sobrevivir y obligó a socialistas y anarquistas a luchar en las guerrillas! Nunca, aunque se muestren leyes para reprimirlo, hemos tenido el terrorismo de ETA y quiera Dios que nunca tengamos ese azote al orden público.
Noté que la presencia de censura es una realidad generalizada en regímenes que emulan a Castro y a Pinochet. Allí aplican filtros en la difusión de noticias y opiniones que les afectan. Además, se afianzan principalmente en la propaganda y en medios de comunicación controlados, lo que les permite construir una artificial legitimación. Utilizan tácticas de crear amenazas externas a la soberanía para lograr el sentimiento de unidad nacional.
Finalmente concluí que no hay defensa sin un Estado de derecho. Todos los aspectos de la vida en interrelación se vuelven precarios. ¿Tiene así sentido el derecho a la resistencia que consagra la Constitución? Ello funciona en sociedades pluralistas y en el marco de un Estado democrático de derechos. ¿Pero si las instituciones de garantía no son fiables?
¿Entonces cómo se debe resistir? Tal vez corresponde a los actores políticos orientarnos con formas sagaces para ejercitar el derecho a la resistencia.
Cuando volví al diálogo con el indagador, le pedí que me excusara, que aún no tenía las respuestas.
*Publicado en el Diario El Universo el día viernes 2 de agosto de 2013.

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